Tarde XI

Finalizó su día laboral una vez más. Salió del consultorio hacia la sala de espera pero Él no estaba allí.

"Qué habrá pasado que no está?", se preguntó. "Hoy no vino a trabajar X?", le preguntó Ella a la secretaria. "No, dijo que no se sentía bien. Lo raro es que no apareció en todo el día y Él generalmente pasa aunque sea un rato".

Durante unos minutos y mientras acomodaba sus cosas en el bolso para dirigirse a su rutina hogareña, se sintió preocupada por Él. Pero enseguida se dijo a sí misma: "Y a mí qué mierda me importa lo que le pasa a este tipo!, qué tengo que andar preguntando por Él, con todo lo que tengo que hacer, mil cosas para hacer en casa...." y entonces, vaciló.... "en casa.... qué tengo que hacer en casa?, hay algo por hacer ahí?.... o mejor dicho.... qué sigo haciendo ahí?.

La resignación irrumpió en Ella sin golpear la puerta de entrada de su ser.

Invadida por la angustia y llevada por la inercia que imperaba en su cuerpo, bajó lentamente las escaleras. 

Estaba abrumada por sus pensamientos. "Cada uno en su sitio", pensó. "Así estamos bien. Para qué complicar las cosas. Claro. Además, Él espera un hijo y Yo.... y Yo qué?, Yo qué espero?", se preguntó. "No sé qué espero, pero sí sé lo que esperaba.... esperaba verlo", se dijo a sí misma con la mayor sinceridad que se debía hacía tiempo.

Lo que Ella no tuvo en cuenta en aquel momento, tal vez por falta de costumbre, tal vez por estar acostumbrada a las esperas interminables.... es que algunas esperas, son tan pero tan cortas, que con sólo desear algo, ya ha transcurrido el tiempo de la misma. Y entonces, prácticamente no hay espera, sólo hay cumplimiento....

Levantó su vista del piso y allí estaba Él, frente a Ella, esperando.... esperándola.